Si camináramos por las calles de Montevideo (Uruguay) son tantos los edificios patrimoniales que se encuentran deteriorados que es difícil pensar que en algún momento fueron verdaderos símbolos. Debido al deterioro, la especulación inmobiliaria y los artilugios legales, la reciente destrucción de emblemas patrimoniales de la ciudad ha abierto la discusión sobre la gestión del patrimonio uruguayo.
Precisamente uno de los edificios en peligro es la Estación Central José Artigas, declarada Monumento Histórico Nacional en 1975. La estación fue durante casi un siglo el núcleo de la red ferroviaria del transporte de carga y pasajeros por tren del país. Construida en 1897 con el fin de reemplazar la terminal anterior, que operaba desde 1871 y había sido consumida por un incendio en 1893, se le encomendó al ingeniero italiano Luis Andreoni la construcción de una nueva terminal que oficiara de entrada urbana a la ciudad, ubicada en la zona portuaria de Montevideo.
Si bien las oficinas administrativas y la playa de cargas y maniobras continuaban en actividad, en 1988 se suprimieron todos los servicios de pasajeros y la estación comenzó a ser utilizada para exposiciones, conciertos y eventos. Son muchos los uruguayos y uruguayas que recuerdan el paso de íconos musicales como Iron Maiden o Mano Negra, para los que se instaló un escenario entre las plataformas 5 y 7 de la estación.
A lo largo de los siguientes 10 años, la estación sufrió una serie de transformaciones a nivel programático: en un principio se retomó la circulación de trenes de pasajeros, luego la playa de carga fue cerrada y un sector cedido a un ente público, e incluso se concretó la venta de la estación, que pasaría a formar parte de un proyecto inmobiliario estatal. Finalmente, en 2003 se clausuró el acceso al público cuando comenzó a operar una nueva pequeña estación a 500 metros del antiguo edificio. Desde ese año, la Estación Central no recibe trenes. El actual abandono edilicio y cultural del edificio son un constante recordatorio de sus años dorados. En esa línea, en un reciente artículo publicado por el periódico local El Observador, el arquitecto William Rey aseguraba que el desuso del patrimonio abandonado de Montevideo "significa su muerte”.
Haciendo eco de esto, y en un intento por “salir de la academia” y poner la mirada en el patrimonio de la ciudad, la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de la República organizó USINA, el primer Festival de Arquitectura, Diseño y Ciudad del Uruguay, evento al que ArchDaily fue invitado como media partner.
USINA es el primer evento que reúne a todas las áreas de diseño y urbanismo presentes en la FADU: arquitectura, diseño y comunicación visual, diseño en paisaje, diseño integrado, diseño textil y diseño industrial. En su primera edición, el evento invitó al diálogo y al encuentro. En los andenes se montó una gran plaza pública, una explanada horizontal con la finalidad de unir a todos los participantes en un plano democrático y sin jerarquías. En este espacio, a lo largo de tres días, se albergaron diversos cursos de la FADU, workshops, charlas, conferencias, mesas de conversación e incluso un debate sobre el futuro del edificio. Sobre las vías se estructuró una serie de pantallas que proyectaban los 195 proyectos seleccionados a través de convocatoria abierta, en una especie de secuencia interminable. Esta imitación del formato de las stories de las redes sociales simbolizaba el cambio cultural de una comunidad arquitectónica que se comunica actualmente a través de vínculos digitales.
El patrimonio abandonado no se recupera con una única actividad, pero USINA demuestra que es necesario generar una hibridación de programas, combinar iniciativas e intereses públicos y privadas y motivar la participación ciudadana. USINA logró desplazar el espacio expositivo y de discusión desde la propia Facultad de Arquitectura a un edificio en desuso. En la búsqueda por ampliar también los límites dentro de la disciplina, recorridos, audiencia y narrativas logró integrar a la academia, el Estado, instituciones privadas y la comunidad. USINA logró, por tres días, convertir esta recuperación del patrimonio en una realidad.